No se como pasó, que alineación de estrellas se conjugó para
que dijeras que si, que venías. Que íbamos a salir, colmándose así mis
ilusiones.
La más linda de todas. Conmigo.
Y al mismo tiempo tus ojos llenos de una nostalgia que en
ese momento ni ahora supe comprender y por ello derrotar. Aunque te hice reír.
Y alguna cosa mía te habrá gustado o llamado la atención.
En fin. Venció la nostalgia. Tu mirada preciosa hacia
horizontes que no pude ver. El viaje en aquel Citroën destartalado tuvo punto
final y bajaste de él tan convencida de que lo nuestro no podía ser como yo de
lo contrario.
Cada planeta volvió a su sitio y sumé otra nueva recurrencia
a la frase de Borges: "en el mundo hay una sola mujer, desdichado, y ella
no te quiere".
Pero cada vez que me acordaba de tu sí, en el viejo puente
sobre la vía en Bustamante, como ahora mismo; me veo frente a vos con casi
cuarenta años menos diciéndote algo que conjugaba (y conjuga) las ganas de
salir con vos, me siento tan enamorado como aquella tarde de verano, cuando
sonreías a bordo del Citroën.
Es que en la ilusión el tiempo no vale. Es una mera
referencia. Aquél sentimiento si fue robusto, venció el paso de los años.
Quiero que sepas que nunca entraste a mi pasado. Que todos
los días cuando me siento feliz, una molécula o varias de esa felicidad sigue
anclada en aquel puente, tu jumper y esos claritos perfectos de la mina más
hermosa del 5to de la tarde.
Ojalá pudiera retroceder en el tiempo. Hubiera hecho algo
mas para... ¿Quien sabe?
Te quiero mucho.
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