miércoles, 18 de julio de 2012

Los autos de mi niñez (álbum de fotos).

Hoy mismo comprobé como fluyen los recuerdos de mi pasado berreta. Veníamos al centro con Alexis, mi yerno, hablando de autos, de la gran cantidad de modelos que hoy existen, nacionales e importados; de alta, media y baja gama; incluso de los cambios radicales que sufren los autos de un mismo modelo, etc., cuando naturalmente brotó de mis labios una expresión decadente: 


-  Cuando yo era pibe no había tantos autos como ahora.
- ¿Ah no?
- Casi casi podría enumerarlos con los dedos de estas dos manos –dije entusiasmado por el interés que había despertado en mi interlocutor, amante de los fierros-.

En realidad, a poco de comenzar la enumeración terminal por terminal, constaté que efectivamente eran muchos más que 10 los autos de mi niñez y que Alexis no conocía muchos de ellos presentándoseme una robusta dificultad para describírselos.


- Citroën tenía dos modelos, el 2 CV que no tenía la ventanita de atrás y el 3 CV. ¡Ah! También estaba la citroneta.
- Y el Mehari vino después –acotó Alexis que obviamente conoce de Citroën por ser el Papá especialista y referente de la marca en San Fernando-.
- Si, creo que se empezó a fabricar a principios de la década del setenta –referencia que lo excluye “de mi infancia”-.

Alexis tiene un Mehari azul armado por el padre original-original y ello demuestra el interés con que seguía mi enumeración.


- Después estaba el Bergantín de IKA.
- Ése no lo conozco.
- Era medio parecido al Borgward, el Isabella –y allí se perdió-.

- No. Seguramente alguna vez lo viste...

El recorrido se fue agotando entre marca y marca.


-  La Chrysler-Fevre tenía su planta en San Justo, donde ahora está la Universidad de La Matanza. Allí se fabricaban los Valiant y las camionetas Dodge.
- ¿Y ése que está ahí? Seguro es de la época –preguntó señalando a un Fiat 600 furgón todo destartalado que yace en la esquina de Rivera y Av. Cramer-.
- Hubo pocos de ésos ¡Qué lástima! ¡Cómo está!

Y el fin de mi aventón despertó la revista de modelos que Alexis no conocía o no recordaba habiéndolos visto como la Baqueano, el Utilitario de IKA, el Jeep carrozado o con media caja de IKA, el Kaiser Carabela, el Valiant II, el DKW de dos puertas, la furgoneta de Auto Unión, etc.

Y allí mismo, en Rivera y Ciudad de la Paz, antes de bajarme encontré la solución para concluir la conversación de un modo altamente positivo.


¿Sabés lo que voy a hacer? Voy a armar un álbum de fotos sacadas de Internet para que veas cuáles eran los “autos de antes”.
-  ¡Bárbaro!

Y el azote de frío de esa mañana de junio me devolvió a la realidad, a mis dos escritos de dos primeras horas y a la rutina.

Un álbum de fotos de los “autos de antes”. En realidad es “mi antes”, con la relatividad que ese concepto tiene para ser entendido.

Y así fue, mis amigos, que  al ser “mi antes” el mar donde navegan mis recuerdos... nuevamente me sumergí en el tiempo de cuando era berreta.

No pude pues dejar de evocar cada auto con alguna anécdota que se refiere en ese tiempo pretérito. Por eso, el álbum de fotos que le prometí a Alexis está plagado de referencias a ese entrañable pasado barrial que poco a poco voy reconstruyendo en estos cuentos.

Mentalmente comencé a sistematizar las marcas.


¡Qué lo tiró! Ni en esto puedo abstraerme de la metodología –pensé contrariado, porque aun no terminé el trabajo que tengo en mente de Marradi para la Maestría-.

Luego, acoté mi campo de estudio. Autos nacionales desde 1958 a 1967, año en que surge el Torino y cambia todo.

Paso siguiente, ir terminal por terminal, primero las que no existen más –como NSU, Isard, De Carlo, DKW, Borgward, etc.- ya que son más raros y desconocidos para la mayoría de los pibes de ahora como Alexis, y luego las fábricas consabidas como Ford, Renault, Peugeot, Citroën, Grl. Motors, etc.

Ya sentado en el subte (y calentito porque en Olleros recién se llenó), hice mentalmente un listado provisorio y conté más de 50 autos. ¡No era cierto lo que había postulado un ratito antes! Contando los autos viejos, como el De Soto 36 de Tío Agui, el Ford Mércury 51 dos puertas de Mario De Llano nuestro vecino, el Forcito 35 de Tío Alberto, o la gran cantidad de máquinas de los 30, 40 y 50, alguno de ellos con volante a la derecha que eran no pocos, cuando yo era pibe había muchísimos modelos en Buenos Aires.

Pero esa imprecisión no me amilanó. Voy a hacer nomás el álbum de fotos para Alexis y en cada foto un pequeño recuerdo berreta.


1) Autoar Argentina: NSU Prinz 30 y NSU Prinz Sport.


Fue el primer auto que compró Papá al Tarta D’Amilano. Este modelo 1960 es de mi propiedad y estoy junto a mi queridísimo primo Norber.


2) Isard Argentina: Isard 700, Isard 700 familiar e Isard 300.


Un Isard 300 como éste tenía un vecino de Juan A. García casi llegando a Helguera. Creo que tenía motor de dos tiempos, porque cada vez que lo encendían, hacía un ruido infernal y llenaba la cuadra de humo. Mi abuelo –el Tata- cada vez que pasaba junto a él lo escupía de bronca.



3) De Carlo: De Carlo 700, De Carlo 700 Coupé BMW, De Carlo 600 Ratón.



Cacho Moretti del Pasaje El Peregrino, tenía una blanca con tapizado de cuero, volante y palanca de cambios con la insignia “BMW” y un tablero de avión con brújula y todo. Un día fuimos desde Villa Santa Rita al sur a ver un Lanús-San Lorenzo con Don Pablo (el papá de Cacho), mi Papá y yo que viajábamos atrás en un lugar que estaba diseñado sólo para llevar bolsos. Estábamos peor que sardinas. Perdimos y encima nos cagaron a piedrazos. 30 años después me lo encontré a Cacho cuando él era secretario gremial de un sindicato y yo el abogado. Cuando nos vimos me mostró la foto de la cupé. La llevaba en el portadocumentos, como a un ser querido.



4) Heinkel.



Más conocido como “el ratón”. Había uno estacionado en Agrelo y Treinta y Tres y de abajo, entre el empedrado, le crecía un pasto alto del tiempo que estaba allí sin movérselo. Papá siempre decía que era preferible y más seguro viajar en el 84 o en una motoneta antes que subirse a un ratón.



5) Taunus.



No confundir con el Ford Taunus de los años setenta y ochenta. En uno de esos se mató Alberto Pace viniendo de Mar del Plata. Era concuñado de mi Tío Gerardo, maestro mayor de obras y constructor del edificio donde vivían mis tíos (calle Campos Salles y 3 de febrero, en Nuñez). Para nosotros, berretas, un tipo de guita. Recuerdo el momento cuando se recibió la noticia. Estábamos en la casa de la Tía Aída y lo que para nosotros era una fiesta se detuvo. “Se mató Alberto Pace” dijo alguien, y nuestros juegos quedaron truncos.



6) Borgward Argentina: Borgward Isabella, Borgward Furgón.<



Autazo de dos puertas y había un descapotable también. En uno de ellos bajaba Pupé una o dos veces por semana a la tarde cuando la traían del centro, supuestamente de la Academia Pitman. Mi abuela nunca lo creyó...



7) DKW – Auto Unión: Auto Unión Sedán 4 puertas, Auto Unión Sedán 2 puertas, Auto Unión Sport, Furgón.



Este auto tenía una característica. Funcionaba con mezcla, como una moto. Había que agregarle aceite al tanque de nafta. Por eso hacía un ruido muy característico –ratatatá- y el humo tenía un aroma especial. En el garaje de Don Neif guardaban uno. ¡Quién iba a decir que 40 años después tener un Audi –porque Auto Unión es Audi- iba a otorgar estatus! ¡Si cualquier berreta tenía un DKW! Una cosa más que me olvidaba. En un Auto Unión Sport se mató el gran Julio Sosa enfrente de Rond Point, al pegarse con un “quesito” (para saber qué es un “quesito” hay que haber sido muy berreta).




Ahora vamos a pasar a las fábricas que no cerraron luego de la caída del Presidente Frondizi.


8) a 15) IKA Renault: Kaiser Carabela, Jeep IKA, Jeep IKA Carrozado, Jeep IKA con caja, Estanciera, Utilitario, Baqueano, Bergantín, Renault Dauphine, Renault Gordini, Renault 4L, Renault 4F, Ramber Classic, Rambler Classic Rural, Rambler Classic “Boca de Pescado”, Rambler Classic “Boca de Pescado” Rural, Gladiator.



Voy a empezar por el más lujoso. El Kaiser Carabela. Uno de los muchachos de Haedo, que paraba en el taller de Julio tenía uno. Cierta vez propuso hacer una vaca para la nafta e ir un fin de semana a Mar del Plata. Nos salía menos ir en avión.





Juan, el tío de mis primos pero por la otra familia, tenía un Gordini color beige con vivos blancos. Lo trataba como una señorita. Siempre impecable, todavía los asientos tenían su forro de plástico que venía de fábrica. Manejaba a 50 kms. por hora en las rectas plenas de la Av. Rivadavia. Creo que si veníamos de Haedo con el Tío Juan tardábamos más que con el 136 hasta Caballito con trasbordo al 5 y todo. El caso es que este Juan tenía un hijo ingeniero –Juancito- que se había ido a vivir a EE.UU. Allá formó una pareja con varios hijos. El más grande (no recuerdo el nombre porque le decíamos “el yanki”), como cualquier pibe de su edad que viviera en L.A. a fines de los sesenta, tuvo problemas con las drogas. Y el padre, para preservarlo, lo mandó con los abuelos a Buenos Aires. Lo primero que hizo, cuando le pidió el Gordini al abuelo, fue ponérselo de sombrero en el Rosedal de Palermo.





Renault 4L. Popularmente conocido como “la renoleta”. Me he referido a una que tuve en el cuento “Rosbel de los Llanos”.





La Estanciera era un vehículo maravilloso. Rural. Ideal para ser utilizado en esos picnic soñados que solían armarse en los bosques de Ezeiza, el Parque Pereyra Iraola o a orillas del Río Reconquista en Puente Cascallares. Utilizando un fácil anacronismo podríamos decir que era la 4x4 de los sesenta. Venía en tres formatos, con motor IKA Continental, dos puertas y palanca al volante: a) La Estanciera propiamente dicha, con los asientos traseros rebatibles y portón trasero de dos hojas que la convertían en una camioneta como la Scenic o Duster actual. b) El Utilitario que hemos citado en el cuento “Navidad del 68.  c) Finalmente la Baqueano, que tenía caja descubierta y era muy utilizada en el transporte de vidrios. En el Barrio Envión, alrededor del año 75, había un vecino que tenía el modelo original (sin parabrisas panorámico) color verde agua con los vivos blancos. El hombre, una de esas personas de formato pequeño, con bigotitos anchoa y rostro inexpresivo, era muy pero muy afecto a las bebidas alcohólicas. Cierta tarde lluviosa, mientras estacionaba en total estado de ebriedad su Estanciera, con un fuerte golpe descomedidamente aplicado, destruyó el paragolpe trasero de nuestra Renoleta. Papá salió enfurecido (vivíamos en un monoblock de planta baja, junto a la calle) y le pidió explicaciones al curda quien apenas podía mantenerse en pie. Como nunca pudo solucionarse el daño, ya que la Estanciera no tenía seguro, Papá profirió una amenaza que con el tiempo supo cumplir: “no quiero ver nunca más esta Estanciera en mi vereda”. Al año, cuando el beodo creyó olvidada la sentencia y estacionó unos pocos minutos su vehículo justo frente a mi ventana, un adoquín hizo estallar el parabrisas del infractor.




Me une a este vehículo un sueño que haría las delicias de un psicólogo berreta. En el garaje de Don Neif guardaban un Jeep original y con capota. El hijo del Turco, que se llamaba Ruben, era muy amigo de mis primos y me dejaba subir al Jeep cuando el padre no estaba. Sentado al volante, mi sueño era que Papá tuviera uno, y que un día de lluvia atravesáramos imaginarios recorridos con Mamá, mi Tío Cacho y Tita, la mamá de crianza de estos últimos y, por ende, abuela postiza mía. ¿Dónde está la locura en este sueño? Que Papá y mi Tío Cacho se odiaban mortalmente y yo no podía concebir que seres que yo amaba tan profundamente no pudieran verse siquiera. Nunca tuvimos un Jeep IKA y jamás se reconciliaron.





Blanco con el techo celeste era el Classic “Boca de Pescado” que Tío Alberto compró en 1964 o 1965. El Tío era un hombre de ésos cuyo molde ha desaparecido. Íntegro, aferrado a los principios, permeable a las inquietudes y comprensivo con los barbilampiños como yo, vivía conforme a una coherencia que podía explicarse con la perfecta equivalencia entre lo que postulaba y lo que realizaba. Además era una persona exitosa, llena de talentos –eximio violinista y director de orquesta- con un puesto público de jerarquía, toda su vida se orientó hacia la familia, su mujer e hijos. Cuando estaba junto a ellos me trataba como a un hijo más. Sus frases (“el camino más corto es el camino recto”) las tengo grabadas como verdaderos mandamientos. Yo creo que todos tuvimos un “Tío Alberto” que sirvió de guía en la vida... pero el mío fue el mejor de todos. Volviendo al Rambler, el Tío lo compró cuando vendió una quinta que tenía de soltero en Tristán Suárez (¿Dónde estará esa quinta de la que sólo tengo un borroso recuerdo?). Como era un lugar apartado, al que sólo iba a trabajar para cortar el pasto, llenarla de tareas a la Tía Aída, etc., un día dijo basta, la vendió y se compró el Rambler para sacar a la familia a pasear por la Grl. Paz, Luján, los bosques de Ezeiza, la República de los Niños, etc.





El Bergantín era un sedán de cuatro puertas muy vistoso, un “mediano” accesible para una familia de clase media bien constituida y sin mayores problemas económicos. En el barrio, el Negro –así le decían y no recuerdo su nombre, me parece que era Ruben- tenía uno de color verde muy clarito. Vivía en Juan A. García casi llegando a Cuenca en nuestra misma vereda impar. La característica fundamental de este personaje era su condición de “solterón”, hombre de la noche tanguera, pescador (de esos que se iban un fin de semana a San Clemente o lugares así), burrero e hincha de San Lorenzo. Su sobrenombre tenía un origen incierto ya que tenía la cabeza blanca y unos bigotes que parecían un cepillo de ropa impecablemente canosos. En la cancha solía ubicarse a la derecha del Sector Lazzari de plateas, junto a “esos viejos de mierda que no quieren gritar... y se quejan, si el equipo anda mal” (esto solo lo podrán entender los futboleros). En ese Bergantín viajamos a Rosario un hermoso domingo de otoño para ver un Central-San Lorenzo en el viejo estadio de Arroyito.





La Gladiator era una camioneta poderosa, cuya licencia IKA la había obtenido de la Jeep estadounidense. Por eso, en Daktari aparecía una pintada como una cebra. Los vecinos que Papá había bautizado “Los cosos de al lado” emulando el tango de Larrosa y Canet y nosotros “Los Zapa-Atas”, porque eran de apellido Zapata y medio aborígenes (dicho esto con mucho respeto por nuestros pueblos autóctonos), tenían una que le habían entregado al Zapa-Ata mayor para hacer un reparto, la distribuidora de vinos en damajuana archiberreta “Wawancó”.



16) y 17) Citroën Argentina: Citroën 2 CV, Citroën 3 CV, Furgoneta Citroën.



Tuvimos un Citroën 2 CV allá por 1975, modelo 67 y con embrague centrífugo. Apretabas el embrague, ponías primera, soltabas el embrague ¡y el auto no se paraba! Arrancaba como un automático y luego se hacían los cambios como un auto normal. El problema que tenía era que salía muy despacio y de atrás todo el mundo te puteaba. La ventana tenía una mitad fija hacia arriba y la otra mitad de abajo se rebatía para dejar entrar el viento y quedaba fijada arriba por un perno sobresaliente que quedaba inserto en un agujero de goma. Cuando pegabas un barquinazo la ventana se zafaba y si tenías el codo afuera lo impactaba con rudeza. A ese auto era totalmente imposible que se subiera una mina. Si habremos recorrido Rivadavia hasta Liniers y vuelto por Gaona hasta Ramos y Av. de Mayo hasta San Justo, la Cristianía de Casanova, la salida de los colegios de Luzuruaga y nada. Ninguna mujer que superara los 4 puntos podía darnos bola. ¡Ese 2 CV era nuestro posgrado en berretas!





A mi vecino Heriberto Hansen, padre de Patricia y Fabiana, el laboratorio donde trabajaba “Química Argentia”, le había dado una Citroneta para su trabajo de visitador médico. Era de color azul Francia y en las puertas, muy discreto, el nombre del laboratorio. Heriberto era hincha fanático de Independiente. Tenía un Fiat 600 E y (para nosotros) mucha plata, ya que veraneaba los tres meses en Mar del Plata, aunque a veces se volvían antes porque al ñato le gustaba “la rula” y se la gastaba toda en la “Casa de Piedra”. Como dije, tenía dos hijas. Pero yo estaba enamorado de una prima de ellas, Ana María, una rubia de ojos celestes preciosa a la que una tarde le robé un beso mientras jugábamos a tomar el té, armándose un revuelo familiar que me estigmatizó para siempre. La abuela, una vieja sargentona a la que en el barrio se la llamaba "La Profesora", me paró en la calle y frente a Mamá me gritó: “Me parece muy bien que te andés haciendo el gallito por ahí... PERO CON LAS CHICAS DE LA CASA NO!!!”. Antes de ello, en el año 65, Heriberto le había organizado el cumpleaños a la hija menor Fabiana. ¡La plata que tendría el tipo que había invitado a medio barrio! Cuando apareció un payaso la nena se asustó, puso a llorar y nadie la podía consolar. Mientras esto sucedía “los grandes” estaban en la cocina con la radio palpitando la final del mundo Internazionale de Milan-Independiente. Como se había armado la bronca con el soyapa me escabullí a la cocina junto a los que estaban escuchando el partido. Heriberto casi me mata cuando –ingenuo- grité el gol del Inter. Ya desde pibe aprendí a diferenciar lo que eran los clubes y “la Argentina” y no podía borrar de mi recuerdo aquel oprobioso 9 a 1 en cancha del Rojo cuando “por decreto” el Juez Velarde lo sacó campeón a Independiente en el año 63. Este Hansen llegó a ser dueño del laboratorio.



18) y 19) Chrysler-Frevre Argentina: Valiant II, Valiant III, Valiant IV, Camioneta Dodge.





Recuerdo una película de esas tristes del cine argentino: “Esto es alegría” de 1967. Tenía tres episodios. En el último, Ubaldo Martínez, un padre viudo, trabajador y alcohólico le decía a sus hijos (uno de ellos Carlitos Balá): “Hasta mañana y que sueñes con cosas lindas”. Yo desde muy chico cuando me voy a dormir lo hago con ese deseo. En la contratapa de un Ciclón –revista semanal para los simpatizantes sanlorencistas- había salido un coche Valiant II de juguete, para subirse y manejarlo con pedales. Imagínense que ese cochecito era totalmente inalcanzable para mí. Papá, con gran sacrificio, apenas me había podido comprar una bicicleta usada... Pero nada me impedía soñar con tener mi Valiant II y conducirlo por Juan A. García, Helguera, El Peregrino y Cuenca sin bajar de la vereda. Y como los sueños, además de ser sueños pueden ser hermosos según nuestros caprichosos deseos, mi Valiant era lo suficientemente ubicuo como para permitir que en sus interminables vueltas de manzana albergara como acompañante a mi amada Ana María. ¡Eso sí que era soñar con cosas lindas!





Todo el mundo opinaba lo mismo. El Valiant II era más lindo que el III. ¿Por qué cambió tanto su diseño? De cualquier manera nadie se volvió loco por el cambio. Mis sueños continuaron con el Valiant II. Era un mundo distinto, donde la locura del consumo todavía no había causado estragos en la conducta social.



20) y 21) Ford Motors Co.: Ford Falcon, Pick Up F100.



Ha sido un auto que la historia argentina reciente ha empañado para siempre. Va una anécdota de fines de los años setenta. Papá trabajaba en un depósito de la Manufactura de Tabacos Particular en Parque Patricios. Nosotros en esa época vivíamos en La Paternal (el que no es chorro, criminal). Cuando se aprestaba a tomar el 133 de vuelta a casa pasó cerquita del cordón de la vereda un Falcon de algún grupo de tareas, salpicándolo. Ofuscado hizo señas de bronca y el auto paró abruptamente, retrocedió chirreando las gomas y se le puso a la par. Lo amenazaron fiero a Papá con una Itaka: “¿Qué te anda pasando a vos, viejo de mierda?”. Así se vivía en aquella época.





La camioneta Ford F100 era el único vehículo capaz de ser lanzado desde un avión Hércules en vuelo rasante y no destruirse. Horacio, el marido de la Chicha y vecino de la calle Remedios Escalada de San Martín de Haedo, tenía una que la usaba para su negocio de vidriería.



22) y 23) General Motors Argentina: Chevrolet 400, Chevrolet Special, Pick Up “Apache”.


El Chevrolet 400 era un auto bien bacán. El tío de Osvaldito Parrilla, que era productor de cine, tenía uno color blanco. Nosotros siempre lo imaginábamos llevándose las mejores minas a Villa Cariño. Esas de la tele. Como Zaima Beleño, Nélida Roca o Mariquita Gallegos, bien trolas.



Yo amaba esta camioneta. Unos Reyes, a principios de la década del 60 me habían traído una Chevrolet Apache, pero Duravit. Me acompañó durante años, apenas separados por un piolín de dos metros, en interminables recorridos por el Parque Rivadavia, las Barrancas de Belgrano, etc.


24) a 27) Fiat Concord Argentina: Fiat 600, Fiat 600 E, Fiat 600 Familiar, Fiat 1100, Fiat 1100 Familiar, Fiat 1500, Fiat 1500 Familiar, Fiat 1500 Coupé, Fiat 800, Fiat 800 Spider, Camioneta Fiat 1500.



¿Quién no tuvo un Fiat 600? El mío me llegó en los ochenta. El abuelo de Patricia, mi vecinita, tenía uno de color colorado tirando a bordó. ¿Lo recuerdan? En realidad no era el abuelo sino el marido de la abuela. Esta, “La Profesora” lo llamaba por su apellido: Valelli. ¡Pobre viejo! Un día me llevó con las chicas al Ital Park y pagó todo… ¡Y yo me porté mal con él! En una guerra de carnavales, intentando embocarle una bombita de agua a Patricia se la puse de lleno en la cara al viejo. Recién pude volver a mi casa a la hora de la cena, cuando supuestamente todo se había aplacado.





¡Autazo el Milqui! Con muchos detalles de lujo. Sólido, versátil, para correr. Tuve uno cuando ya era berreta andar en él. Una tarde, en la Panamericana vieja, entrando desde Grl. Paz y hacia el norte perdí una rueda delantera que luego de impactar un par de autos quedó haciendo “espejito” en el guardrail.





Después del “rodrigazo” y sus secuelas que se agravaron para los trabajadores como Papá en 1976, tuvimos que vender el Citroën 2 CV. Pasaron varios meses para que volviéramos a tener un auto. Y fue de un modo premonitorio para mi persona, futuro abogado laboralista. Papá me había conseguido un trabajo ni bien salí del secundario. Era la fábrica de abrasivos Norton. A los pocos meses, deciden prescindir de mis servicios. No sabían que yo ya era un avezado experto en Derecho laboral (me gustaba de alma aunque recién estaba en segundo año de la carrera), y me quisieron llevar al correo para renunciar. Cuando les dije que debían reconocerme el tope mínimo del art. 245, el preaviso, la integración, vacaciones y aguinaldo pagos se quisieron matar. Pero como no querían tener problemas me pagaron hasta el último centavo. Con esa plata me compré un 1100 todo destartalado que fui arreglando y que certificó por las calles del Oeste mi probada condición de berreta.





El Fiat 850 Spider, descapotable era un verdadero sueño para cualquier mortal. Rojo o blanco, daba lo mismo. Cuando una tarde, en Paso del Rey aprendí a cantar de punta a punta “Muchacha ojos de papel” de Almendra, automáticamente me imaginé conduciendo uno, junto a una morocha como la Señora Peel a mi lado, distrayéndome con su melena batida por el viento.



28) Siam Argentina: Siam Di Tella 1500, Morris, Magnette, Camioneta Argenta.



Touza, el jefe de personal de Norton me dijo cuando salíamos de un banco con toda la plata de los sueldos de la empresa: “Vení, vamos a tomarnos una heladera”. Así se lo llamaba al Siam Di Tella 1500. El 99% de los taxis de Buenos Aires eran “heladeras”. Cuando aparecía uno en venta en el Clarín, era imprescindible aclarar que nunca había sido taxímetro. De allí viene el dicho popular “Joya, nunca taxi”.



29) y 30) Peugeot Argentina: Peugeot 403, Peugeot 404, Camioneta Peugeot 403.


Vicente Coscia, un auténtico berreta pero con plata y marido de una prima de Papá, andaba en un Peugeot 403 color azul Francia como el de la foto. Era un auto elegante, indigno de semejante personaje. Tenía un tablero apaisado marca Jagger, palanca al volante, guanteras y radio con botonera. El asiento trasero poseía un apoyabrazos central que emergía del tapizado. La característica diferencial de este modelo era su techo corredizo. Por eso recuerdo a Vicente, un tipo muy parecido a Pepe Morsa, el de los dibujos de Walter Lantz, emerger de ese techo rompiendo la armonía de tan bellas líneas europeas.




El cuatro-cuatro (porque así se lo llamaba) de Tío Agui, color gris acerado y con llantas cromadas era el auto perfecto, ya que conjugaba el estilo distinguido de la marca con fantásticas prestaciones deportivas. Eso fue hasta que llegó el Torino, pero esa es otra historia.








2 comentarios:

Mirna dijo...

La verdad que la mayoria del os autos estan geniales, excepto los viejos modelos de fiat

Unknown dijo...

Gran literatura me gustó .mucho es de mi época